Habiendo habido un terrible (lo son todos, pero la enorme carga de mala leche que la furgoneta llevaba era exagerada) atentado de ETA, después de muchos meses, con una tregua firme y parecía que sólilda, con dos muertos después de AÑOS, que nos han devuelto a aquella macabra rutina de aceptar que hay alguien que no se sabe muy bien porqué mata a otras personas porque se creen en su derecho, a la macabra rutina de los minutos de silencio, de las imágenes en televisión, de la espectacularidad de las fotos en los medios escritos... Maldita rutina!!!
El artículo de hoy de José F. de la Sota en El País creo que os hará entender el porqué no he querido escribrir, puesto que los temas que tenía preparados eran de la rutina real, la rutina a la que nos habíamos acostumbrado, temas para escribiros de las plazas de Mataró, de lo que pasa diariamente a dos recién emancipados, del día a día de lo que pasa en la calle, en las calles de Mataró, de mi barrio, de la ilusión de los nuevos candidatos socialistas a alcaldías... Pero creo que todo era demasiado frívolo. Os transcribo el párrafo que a mi entender creo que lo resume todo:
"...El silencio de ETA nos ha dejado hablar y escribir de otras cosas en los últimos meses. Nos ha dejado respirar y pensar. No ha sido suficiente. Nos ha dejado comprobar que hay vida más allá de la agónica existencia de esa organización que nos quiere imponer su partitura. Algo muy peligroso. Daba lo mismo que los analistas se dedicasen a descifrar el silencio elocuente o inquietante del plomo. ¿Quién tenía razón? Ahora, entre otros ruidos, tenemos que asistir a discusiones bizantinas sobre quién estaba en lo cierto y quién se equivocaba interpretando los silencios (el silencio) del terrorismo etarra. Silencio relativo, porque jamás dejamos de percibir la música de fondo de la kale borroka, que es como el preescolar del terrorismo, es decir, la violencia de baja intensidad. ¿Qué querían decirnos si es que querían decirnos algo que no supiéramos? Es evidente que ETA no utiliza el silencio como John Cage. De la misma manera, parece claro que su naturaleza no se aviene con el silencio. Su lenguaje tiende a ser explosivo y su sintaxis férrea y tirando a plomífera. Son monolingües. Su único idioma es la violencia. Es triste; también algo ridículo que esta gente te obligue a constatar lo obvio..."
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